A San Blas se llega fácilmente, en unas dos horas de Panama City en taxi compartido, pero aún es un lugar incontaminado por el turismo masivo, en donde sobrevive la cultura ancestral de los Kuna en unas 360 islitas de arena blanca y cocoteros, esparcidas en un mar turquesa protegido por barreras coralinas: es un verdadero Paraíso que deben apurarse a conocer, antes de que su extrema belleza lo vuelva popular.
Si de conocer a islas se trata, no hay mejor opción que un barco; y tratándose de barcos, ¡no veo como se pueda mejorar Pantalasa!
Judit e Ignacio son los afortunados propietarios de una bellisima goleta, que mantienen impecable y con mucho estilo, no he visto nada de más bonito entre los catamaranes y veleros que surcan las aguas del archipiélago. Es bellisima especialmente cuando despliega sus velas y procede bajo el mando experto de Ignacio, que lleva una vida veleando en "todos los mares" (como el nombre Pantalasa sugiere), chiflando y cantando al son de refinada música y aires de ópera.
Un placer para todos los sentidos, ya que al momento de la comida los anfitriones logran hacer milagros en la cocineta, y aún con una variedad limitada de ingredientes preparan alimentos deliciosos y siempre diferentes, nada banales, acompañados por vinos de marca. Cada comida con Judit e Ignacio es un verdadero placer, que luego se extiende en el sobremesa entre pláticas cultas y de mucho interés, en las que revelan todo lo que han aprendido de tanto viajar y de las personas que los acompañaron en sus travesías.
Yo y mi pareja nunca habíamos estado en velero, y teníamos alguna preocupación por los espacios reducidos, pero en Pantalasa se ofrece mucho confort, el velero es grande y pulcro, no hace falta nada para disfrutar y abrirse a nuevas experiencias, como el placer de enjabonarse en la popa, clavarse al mar para enjuagarse, y luego quitarse la sal con agua dulce...
Los días pasan rápido (demasiado rápido...) entre las refinadas comidas, las ricas pláticas, el navegar en un lugar tan bonito, desembarcar en islas prácticamente desiertas (por lo general tan solo habitadas por la amigable familia Kuna que las cuida), descansar en playas de arena blanca inmaculadas, nadar en el mar cristalino surcado de estrellas coloradas que llegan hasta la orilla, jugar con los niños nativos y gozar de los maravillosos colores del atardecer con un rico aperitivo. Si esto es lo básico, Judit te puede llevar casi de la mano a snorkelear en arrecifes incontaminados, ayudándote a visualizar langostas escondidas, escuelas de calamares y solitarias rayas, entre corales magníficos, con una visibilidad increíble; es posible aprovechar de un kayak inflable para conocer más de cerca el litoral; y si gusta, están los Kuna con sus tradiciones y artesanía, gente que nunca te molesta, y que siempre está disponible para platicar contigo y mostrarte como viven, en simbiosis con las islas.
En definitiva, San Blas es un Paraíso, y conocerlo con Judit e Ignacio ha sido un gran privilegio. Esperamos poder volver pronto, para profundizar una relación que pinta poderse transformar en una verdadera amistad. Gracias por todo, y por tantos apapachos!